Trini
Muñoz

Maestra, antropóloga y doctora en sociología

Cordobesa residente en Sevilla, Trini llegó al colegio sabiendo leer, pues su padre ya le había enseñado. Y está convencida de que este hecho ha sido el detonante de todo lo que ha logrado a lo largo de su vida.

Quería estudiar, y no necesitó pelearse mucho para poder hacerlo: cursó magisterio, y enseguida empezó a trabajar. Al mismo tiempo se sacó la licenciatura, y posteriormente el doctorado. “En el tema de los estudios, como yo les digo a mis hijos, más arriba ya no puedo subir”, comenta Trini entre risas.

En los últimos treinta años ha trabajado en la Junta de Andalucía, en el Instituto de la Mujer, y desde 2016 en el Ayuntamiento de Sevilla.

Su vida ha transcurrido ligada a los movimientos sociales de ayuda a la comunidad gitana: como maestra en una de las llamadas “escuelas puente”, y como miembro del consejo de Enseñantes con Gitanos. Trini no se considera una activista, pues no le gustan las etiquetas; “simplemente he hecho siempre lo que sentía que había que hacer como mujer, gitana y socialista”.

Su familia

Aunque Trini lleva muchos años viviendo en Sevilla, nació en Córdoba, donde se crió con su familia paterna, rodeada de su gente: sus padres, sus hermanas, sus tíos, su tía madrina, sus abuelos… Ella es la pequeña de tres hermanas.

De su infancia y juventud recuerda una vida muy centrada en la familia, con su padre trabajando fuera de casa y su madre dentro. Sus relaciones familiares y sociales se daban mayoritariamente en un entorno de gitanos, porque a pesar de tener amigos y amigas del colegio, el grupo de familia extensa era con quien más se relacionaba en Córdoba.

El amor a la lectura, explica Trini, se lo inculcaron desde muy muy pequeña: “yo llegué al colegio sabiendo leer, ya que mi padre nos enseñó a las tres hermanas. Y creo que mucho de lo que después he hecho viene de ahí… Lo sembró muy bien y ahí se quedó”, añade, refiriéndose a sus posteriores estudios. “Tenía una familia y un soporte muy fuerte, y eso hizo que no haya necesitado pelearme mucho para poder estudiar”.

Gran parte de su vida se ha desarrollado en Sevilla. “Me vine con 30 años, y el año que viene hago 30 años en Sevilla".

Trini tiene dos hijos, el mayor de 23 y el pequeño 21. Se casó, se divorció, y ahora tiene una pareja con la que lleva nueve años. Durante los 17 años que estuvo casada vivió una época muy bonita, de mucho trabajo, muy intenso… los años de mayor actividad en la lucha por los derechos. Y desde hace una década se ha centrado más en su trabajo profesional, sin dejar de lado el activismo, por supuesto, pero sobre todo centrada en terminar la tesis y sacar su doctorado. 

“La mía ha sido una vida bastante fiel a lo que yo pretendía en mi adolescencia. Yo quería estudiar, por encima de todo; mi amor por el estudio viene del amor por la lectura… Yo fui la primera universitaria de mi familia, pero detrás de mí han venido otras muchas”.

Su trayectoria

Trini recuerda que no le costó mucho que la dejaran estudiar: “A pesar de que en mi época -ahora ya no, ahora ya está mucho más normalizado el tema de los estudios en la comunidad gitana- pero en aquel entonces costaba más que lo aceptaran, y te sentías un poco bicho raro… Pero con cierto éxito en todos esos momentos de crisis, no me resultó demasiado traumático ni complicado ser una estudiante”.

Cursó en el mismo colegio primaria, BUP y COU. Luego estudió magisterio, y a continuación empezó a trabajar. Trabajando se sacó, años más tarde, la licenciatura, y posteriormente el doctorado. “En el tema de los estudios, una vez conseguido el doctorado, como yo les digo a mis hijos, más arriba ya no puedo subir”, comenta entre risas.

Nada más terminar magisterio tuvo la suerte de que la contrataran para trabajar como maestra en una asociación gitana de Córdoba, en lo que entonces llamaban “las escuelas puente”. Dos años más tarde, cuando la Junta de Andalucía sacó el Programa de Prevención contra el Absentismo, la llamaron para incorporarse a dicho programa.

Trini siempre se ha movido en la órbita de los movimientos sociales. Y tanto su ámbito universitario como el del trabajo le acercaron al ámbito de la administración. En 2008 la llamaron del Instituto de la Mujer, “y ahí empezó mi periplo con la administración pública”, comenta. Estuvo muchos años en la Junta, y actualmente trabaja en el Ayuntamiento de Sevilla desde 2016.

Asociación Enseñantes con Gitanos.

Es una asociación con un bagaje de casi 40 años, nos explica Trini, y que ella conoció en sus inicios.

Cuando terminó la carrera había pocas mujeres gitanas universitarias, y la mayoría pertenecían al ámbito de la educación. A mitad de los años 80, cuando empezaron a llegar las ayudas europeas a los países entonces llamados de objetivo uno, una de esas vías de subvención que recibía el Estado Español tenía que ver con la lucha contra la desigualdad.

En ese contexto, recuerda Trini, el Ministerio de Educación, aunque ya empezaban a delegarse competencias en las autonomías, organizó un seminario internacional de maestros gitanos en Ávila, al que asistieron personas de toda Europa y de toda España, hombres y mujeres, gitanos y no gitanos… y ahí fue donde ella conoció a Ricardo Rull y a Jesús Salinas, los artífices de Enseñantes con Gitanos.

En aquel momento nació una amistad personal y también nació la participación de Trini con la entidad, que a lo largo de estos años la ha mantenido, con más o menos asiduidad, dependiendo de la intensidad de su trabajo. “Y cuando se creó el Consejo Andaluz del pueblo gitano en Andalucía, al calor del Gobierno andaluz, me sorprendieron gratamente ofreciéndome participar en ese consejo como miembro de Enseñantes con Gitanos. Después de tantos años con ellos, lo que me pide Enseñantes lo hago yo con los ojos cerrados, y más ahora que tengo algo más de tiempo disponible”.

Así nació primero el conocimiento de Ricardo y Jesús, y también una relación personal que ella define “de cariño, casi de familia, que se ha mantenido todos estos años. Algo muy bonito y muy importante para mí”.

Mujer, gitana, política y socialista

Más que activista, se considera una mujer preocupada. Preocupada por temas sociales, por temas económicos, por un sentimiento de incertidumbre, “no tanto para mí sino sobre todo para los que vienen detrás, para las generaciones más jóvenes, gitanos, gitanas y también no gitanos…” 

“Activista es un título que me han puesto desde fuera; yo he hecho lo que sentía que tenía que hacer, lo que creía honestamente que había que hacer porque era necesario, pero no soy yo de colgarme muchas etiquetas… Ya con las dos que tengo, mujer y gitana, más la de socialista… ya con esas tres creo que voy bien”, comenta entre risas.

Trini se ha dedicado durante mucho tiempo y se sigue dedicando a la política, pero como ella puntualiza, la política tiene primera fila, segunda fila, tercera fila, tiene gradas… Su vocación por la política, la Política escrita con mayúsculas, admite que siempre la tendrá. “De hecho mi activismo, si acordamos llamarlo con ese término, es un activismo político. Intentar mejorar un poco las cosas. Por eso, si me preguntas si soy política, pues sí, soy política. No me inhibo de todo lo que conlleva la política, que tiene que ver con relaciones, con sistemas, con sistemas económicos… Me preocupa, claro, siempre me ha preocupado, me parece que es fundamental para vivir y sobre todo para ver qué le estamos dejando a los que vienen detrás”.

El doctorado

Trini Vacas hizo la licenciatura por la Universidad de Sevilla, y el doctorado en la Universidad Pablo de Olavide, la UPO.

Su tesina, lo que ahora correspondería a Suficiencia Investigadora, la hizo sobre Mujeres Gitanas. Para hacer la tesis doctoral decidió ampliar el foco y centrarse en la participación en política de personas gitanas en España, incentivada por lo que ella define como “los momentos históricos a los que hemos asistido, con la llegada de personas gitanas a la política con mayúsculas, al congreso y a los diferentes parlamentos".

Cuando habla de sus éxitos conseguidos, Trini lo hace sin un ápice de vanidad y relativizando mucho su papel: “No soy la única ni la primera doctora gitana en España. Afortunadamente, en muy poco tiempo, generaciones posteriores a la mía sí que han necesitado menos tiempo para prosperar. El ejemplo de las pioneras de aquella época ha dado sus frutos, y eso es algo que me satisface enormemente, que hemos contribuido entre todas a abrir y allanar un camino que no existía, y por ese camino ahora avanzan muchas personas”.

Cuando se le pregunta de qué se siente más orgullosa en su vida, al principio se extraña de la pregunta: “¿Orgullosa? ¿De qué me siento yo orgullosa…?” Pero tras pensárselo unos segundos, añade “Me da mucho apuro decir lo de sentirse orgullosa, pero si de algo me siento así, es de no haber tirado la toalla”. 

Cuenta Trini que el momento de intentar terminar su tesis y tener el título de doctora, coincidió con tiempos difíciles en su vida personal, y estuvo a punto de decir, “bueno, ya está; yo soy licenciada, tengo un trabajo… pues ya está”. Sin embargo, al final lo consiguió.

“El día de la lectura de la tesis recuerdo que lo dije: yo no me siento orgullosa de la tesis, que será mejor o peor y que no me compete a mí el juzgarlo; de lo que sí me siento orgullosa es de haber podido terminarla y presentarla. Y yo sabía por qué lo decía… En ese sentido, orgullosa de no haberme rendido y tirar la toalla”.

Su visión del futuro

“Creo que atravesamos un fin de ciclo y una apertura de un nuevo ciclo, y eso siempre genera cierta incertidumbre; hombre, para las personas que ya tenemos una edad y que el camino, mejor o peor, lo tenemos al menos acotado, limitado, no tanto… pero para los que tienen 18 ó 20 años, hay una cierta incertidumbre. 

Por un lado, ves a jóvenes que siguen adelante a pesar de sus miedos o reticencias, y otros jóvenes que dan un paso atrás volviendo a posiciones más conservadoras… y eso genera incertidumbre que yo palpo en gran parte de la juventud.

Me gustaría que mis hijos estén bien, que se les aclare un poco el futuro… En mi época todo se hacía más a largo plazo, y había más seguridad en esos plazos más amplios y en lo que nos iban a permitir conseguir. Ahora quizá ya no es así”.

Y lo que sí le gustaría a Trini, nos dice, no tiene tanto que ver con conseguir sino con no perder. “Y me refiero a esos logros que a las mujeres nos ha costado tantísimo conseguir, y sobre todo a las mujeres gitanas… Estamos en una situación de riesgo, todos esos logros están a un tiro de piedra de poder perderse; por decisiones políticas, por movimientos políticos, por ideologías políticas que vuelven… cuando uno pensaba que ya no iban a volver”.

A Trini le gustaría que en un futuro pudiéramos, entre todos y todas, acallar según qué ideologías o movimientos… “Porque a una chica de 18 ó 20 años le cuentas esto y no tiene referentes; pero las mujeres de mi edad, que sí tenemos referentes, sabemos de lo que estamos hablando”. Y eso es lo que le preocupa, esa posible pérdida de los logros y los derechos que se han conseguido a base de trabajar mucho, “con el esfuerzo de muchas mujeres, no de mí, de muchas antes que yo”. Y añade: “Eso sí me preocupa, y espero que seamos capaces”.

trini-web

Esta colaboración ha sido muy inspiradora para mí. A nivel profesional me ha hecho salir de mi zona de confort, a nivel personal ha sido muy nutritivo conocer a una excelente mujer que con su tesón y perseverancia ha conseguido sus objetivos personales y profesionales a pesar de todas sus dificultades, no sólo por ser mujer, si no también por ser gitana, para mí es un ejemplo a seguir. Por eso he incluido caracoles en su fotografía que representan seguridad, sabiduría; el progreso lento pero constante. A nivel espiritual la espiral habla de los ciclos de la vida y de aceptarlos, del auto cuidado, de la sensibilidad, a la vez que de la dureza por su caparazón y sobretodo de la paciencia. El mundo moderno quiere todo rápido pero en realidad la vida nos enseña que lo verdaderamente valioso lleva su tiempo y disfrutar de cada paso es la clave para vivir plenamente.

Claudia Frau
Fotógrafa Colectivo FAMA

Trini Muñoz

trini-web

Maestra, antropóloga y doctora en sociología

Cordobesa residente en Sevilla, Trini llegó al colegio sabiendo leer, pues su padre ya le había enseñado. Y está convencida de que este hecho ha sido el detonante de todo lo que ha logrado a lo largo de su vida.

Quería estudiar, y no necesitó pelearse mucho para poder hacerlo: cursó magisterio, y enseguida empezó a trabajar. Al mismo tiempo se sacó la licenciatura, y posteriormente el doctorado. “En el tema de los estudios, como yo les digo a mis hijos, más arriba ya no puedo subir”, comenta Trini entre risas.

En los últimos treinta años ha trabajado en la Junta de Andalucía, en el Instituto de la Mujer, y desde 2016 en el Ayuntamiento de Sevilla.

Su vida ha transcurrido ligada a los movimientos sociales de ayuda a la comunidad gitana: como maestra en una de las llamadas “escuelas puente”, y como miembro del consejo de Enseñantes con Gitanos. Trini no se considera una activista, pues no le gustan las etiquetas; “simplemente he hecho siempre lo que sentía que había que hacer como mujer, gitana y socialista”.

Su familia

Aunque Trini lleva muchos años viviendo en Sevilla, nació en Córdoba, donde se crió con su familia paterna, rodeada de su gente: sus padres, sus hermanas, sus tíos, su tía madrina, sus abuelos… Ella es la pequeña de tres hermanas.

De su infancia y juventud recuerda una vida muy centrada en la familia, con su padre trabajando fuera de casa y su madre dentro. Sus relaciones familiares y sociales se daban mayoritariamente en un entorno de gitanos, porque a pesar de tener amigos y amigas del colegio, el grupo de familia extensa era con quien más se relacionaba en Córdoba.

El amor a la lectura, explica Trini, se lo inculcaron desde muy muy pequeña: “yo llegué al colegio sabiendo leer, ya que mi padre nos enseñó a las tres hermanas. Y creo que mucho de lo que después he hecho viene de ahí… Lo sembró muy bien y ahí se quedó”, añade, refiriéndose a sus posteriores estudios. “Tenía una familia y un soporte muy fuerte, y eso hizo que no haya necesitado pelearme mucho para poder estudiar”.

Gran parte de su vida se ha desarrollado en Sevilla. “Me vine con 30 años, y el año que viene hago 30 años en Sevilla".

Trini tiene dos hijos, el mayor de 23 y el pequeño 21. Se casó, se divorció, y ahora tiene una pareja con la que lleva nueve años. Durante los 17 años que estuvo casada vivió una época muy bonita, de mucho trabajo, muy intenso… los años de mayor actividad en la lucha por los derechos. Y desde hace una década se ha centrado más en su trabajo profesional, sin dejar de lado el activismo, por supuesto, pero sobre todo centrada en terminar la tesis y sacar su doctorado. 

“La mía ha sido una vida bastante fiel a lo que yo pretendía en mi adolescencia. Yo quería estudiar, por encima de todo; mi amor por el estudio viene del amor por la lectura… Yo fui la primera universitaria de mi familia, pero detrás de mí han venido otras muchas”.

Su trayectoria

Trini recuerda que no le costó mucho que la dejaran estudiar: “A pesar de que en mi época -ahora ya no, ahora ya está mucho más normalizado el tema de los estudios en la comunidad gitana- pero en aquel entonces costaba más que lo aceptaran, y te sentías un poco bicho raro… Pero con cierto éxito en todos esos momentos de crisis, no me resultó demasiado traumático ni complicado ser una estudiante”.

Cursó en el mismo colegio primaria, BUP y COU. Luego estudió magisterio, y a continuación empezó a trabajar. Trabajando se sacó, años más tarde, la licenciatura, y posteriormente el doctorado. “En el tema de los estudios, una vez conseguido el doctorado, como yo les digo a mis hijos, más arriba ya no puedo subir”, comenta entre risas.

Nada más terminar magisterio tuvo la suerte de que la contrataran para trabajar como maestra en una asociación gitana de Córdoba, en lo que entonces llamaban “las escuelas puente”. Dos años más tarde, cuando la Junta de Andalucía sacó el Programa de Prevención contra el Absentismo, la llamaron para incorporarse a dicho programa.

Trini siempre se ha movido en la órbita de los movimientos sociales. Y tanto su ámbito universitario como el del trabajo le acercaron al ámbito de la administración. En 2008 la llamaron del Instituto de la Mujer, “y ahí empezó mi periplo con la administración pública”, comenta. Estuvo muchos años en la Junta, y actualmente trabaja en el Ayuntamiento de Sevilla desde 2016.

Asociación Enseñantes con Gitanos.

Es una asociación con un bagaje de casi 40 años, nos explica Trini, y que ella conoció en sus inicios.

Cuando terminó la carrera había pocas mujeres gitanas universitarias, y la mayoría pertenecían al ámbito de la educación. A mitad de los años 80, cuando empezaron a llegar las ayudas europeas a los países entonces llamados de objetivo uno, una de esas vías de subvención que recibía el Estado Español tenía que ver con la lucha contra la desigualdad.

En ese contexto, recuerda Trini, el Ministerio de Educación, aunque ya empezaban a delegarse competencias en las autonomías, organizó un seminario internacional de maestros gitanos en Ávila, al que asistieron personas de toda Europa y de toda España, hombres y mujeres, gitanos y no gitanos… y ahí fue donde ella conoció a Ricardo Rull y a Jesús Salinas, los artífices de Enseñantes con Gitanos.

En aquel momento nació una amistad personal y también nació la participación de Trini con la entidad, que a lo largo de estos años la ha mantenido, con más o menos asiduidad, dependiendo de la intensidad de su trabajo. “Y cuando se creó el Consejo Andaluz del pueblo gitano en Andalucía, al calor del Gobierno andaluz, me sorprendieron gratamente ofreciéndome participar en ese consejo como miembro de Enseñantes con Gitanos. Después de tantos años con ellos, lo que me pide Enseñantes lo hago yo con los ojos cerrados, y más ahora que tengo algo más de tiempo disponible”.

Así nació primero el conocimiento de Ricardo y Jesús, y también una relación personal que ella define “de cariño, casi de familia, que se ha mantenido todos estos años. Algo muy bonito y muy importante para mí”.

Mujer, gitana, política y socialista

Más que activista, se considera una mujer preocupada. Preocupada por temas sociales, por temas económicos, por un sentimiento de incertidumbre, “no tanto para mí sino sobre todo para los que vienen detrás, para las generaciones más jóvenes, gitanos, gitanas y también no gitanos…” 

“Activista es un título que me han puesto desde fuera; yo he hecho lo que sentía que tenía que hacer, lo que creía honestamente que había que hacer porque era necesario, pero no soy yo de colgarme muchas etiquetas… Ya con las dos que tengo, mujer y gitana, más la de socialista… ya con esas tres creo que voy bien”, comenta entre risas.

Trini se ha dedicado durante mucho tiempo y se sigue dedicando a la política, pero como ella puntualiza, la política tiene primera fila, segunda fila, tercera fila, tiene gradas… Su vocación por la política, la Política escrita con mayúsculas, admite que siempre la tendrá. “De hecho mi activismo, si acordamos llamarlo con ese término, es un activismo político. Intentar mejorar un poco las cosas. Por eso, si me preguntas si soy política, pues sí, soy política. No me inhibo de todo lo que conlleva la política, que tiene que ver con relaciones, con sistemas, con sistemas económicos… Me preocupa, claro, siempre me ha preocupado, me parece que es fundamental para vivir y sobre todo para ver qué le estamos dejando a los que vienen detrás”.

El doctorado

Trini Vacas hizo la licenciatura por la Universidad de Sevilla, y el doctorado en la Universidad Pablo de Olavide, la UPO.

Su tesina, lo que ahora correspondería a Suficiencia Investigadora, la hizo sobre Mujeres Gitanas. Para hacer la tesis doctoral decidió ampliar el foco y centrarse en la participación en política de personas gitanas en España, incentivada por lo que ella define como “los momentos históricos a los que hemos asistido, con la llegada de personas gitanas a la política con mayúsculas, al congreso y a los diferentes parlamentos".

Cuando habla de sus éxitos conseguidos, Trini lo hace sin un ápice de vanidad y relativizando mucho su papel: “No soy la única ni la primera doctora gitana en España. Afortunadamente, en muy poco tiempo, generaciones posteriores a la mía sí que han necesitado menos tiempo para prosperar. El ejemplo de las pioneras de aquella época ha dado sus frutos, y eso es algo que me satisface enormemente, que hemos contribuido entre todas a abrir y allanar un camino que no existía, y por ese camino ahora avanzan muchas personas”.

Cuando se le pregunta de qué se siente más orgullosa en su vida, al principio se extraña de la pregunta: “¿Orgullosa? ¿De qué me siento yo orgullosa…?” Pero tras pensárselo unos segundos, añade “Me da mucho apuro decir lo de sentirse orgullosa, pero si de algo me siento así, es de no haber tirado la toalla”. 

Cuenta Trini que el momento de intentar terminar su tesis y tener el título de doctora, coincidió con tiempos difíciles en su vida personal, y estuvo a punto de decir, “bueno, ya está; yo soy licenciada, tengo un trabajo… pues ya está”. Sin embargo, al final lo consiguió.

“El día de la lectura de la tesis recuerdo que lo dije: yo no me siento orgullosa de la tesis, que será mejor o peor y que no me compete a mí el juzgarlo; de lo que sí me siento orgullosa es de haber podido terminarla y presentarla. Y yo sabía por qué lo decía… En ese sentido, orgullosa de no haberme rendido y tirar la toalla”.

Su visión del futuro

“Creo que atravesamos un fin de ciclo y una apertura de un nuevo ciclo, y eso siempre genera cierta incertidumbre; hombre, para las personas que ya tenemos una edad y que el camino, mejor o peor, lo tenemos al menos acotado, limitado, no tanto… pero para los que tienen 18 ó 20 años, hay una cierta incertidumbre. 

Por un lado, ves a jóvenes que siguen adelante a pesar de sus miedos o reticencias, y otros jóvenes que dan un paso atrás volviendo a posiciones más conservadoras… y eso genera incertidumbre que yo palpo en gran parte de la juventud.

Me gustaría que mis hijos estén bien, que se les aclare un poco el futuro… En mi época todo se hacía más a largo plazo, y había más seguridad en esos plazos más amplios y en lo que nos iban a permitir conseguir. Ahora quizá ya no es así”.

Y lo que sí le gustaría a Trini, nos dice, no tiene tanto que ver con conseguir sino con no perder. “Y me refiero a esos logros que a las mujeres nos ha costado tantísimo conseguir, y sobre todo a las mujeres gitanas… Estamos en una situación de riesgo, todos esos logros están a un tiro de piedra de poder perderse; por decisiones políticas, por movimientos políticos, por ideologías políticas que vuelven… cuando uno pensaba que ya no iban a volver”.

A Trini le gustaría que en un futuro pudiéramos, entre todos y todas, acallar según qué ideologías o movimientos… “Porque a una chica de 18 ó 20 años le cuentas esto y no tiene referentes; pero las mujeres de mi edad, que sí tenemos referentes, sabemos de lo que estamos hablando”. Y eso es lo que le preocupa, esa posible pérdida de los logros y los derechos que se han conseguido a base de trabajar mucho, “con el esfuerzo de muchas mujeres, no de mí, de muchas antes que yo”. Y añade: “Eso sí me preocupa, y espero que seamos capaces”.

Esta colaboración ha sido muy inspiradora para mí. A nivel profesional me ha hecho salir de mi zona de confort, a nivel personal ha sido muy nutritivo conocer a una excelente mujer que con su tesón y perseverancia ha conseguido sus objetivos personales y profesionales a pesar de todas sus dificultades, no sólo por ser mujer, si no también por ser gitana, para mí es un ejemplo a seguir. Por eso he incluido caracoles en su fotografía que representan seguridad, sabiduría; el progreso lento pero constante. A nivel espiritual la espiral habla de los ciclos de la vida y de aceptarlos, del auto cuidado, de la sensibilidad, a la vez que de la dureza por su caparazón y sobretodo de la paciencia. El mundo moderno quiere todo rápido pero en realidad la vida nos enseña que lo verdaderamente valioso lleva su tiempo y disfrutar de cada paso es la clave para vivir plenamente.

Claudia Frau
Fotógrafa Colectivo FAMA