SaraGimenez
Representante de la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia (ECRI) y diputada en el Parlamento
Sara nació en Huesca, en una familia gitana en la que nadie tenía estudios. Con mucho esfuerzo convenció a sus padres para hacer el BUP, y más tarde, con la ayuda de profesores, vecinos y amigos de su padre, les volvió a convencer para estudiar derecho en Zaragoza, donde fue la única mujer gitana de la Universidad y también del colegio mayor. Lo bueno fue que el miedo de sus padres se fue transformando en orgullo y halagos a sus buenos resultados académicos…
Terminada la carrera, entró en la Fundación Secretariado Gitano como orientadora laboral y desde entonces no ha parado de formarse, especializarse y asumir mayores responsabilidades.
Hoy es representante de la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia (ECRI) ante el Consejo de Europa, diputada en el Parlamento y la presidenta de la Fundación Secretariado Gitano.
“Eso me da la oportunidad no solo para defender a los gitanos sino a los grupos vulnerables. Y siempre sin perder mis raíces, is valores, mi familia, que soy una persona gitana orgullosa de serlo. No podemos tener miedo a que, por educarnos, por formar parte de los espacios universitarios o los espacios de poder, vayas a perder tu identidad”.
Su día a día
Sara vive en Huesca, donde nació. Su familia, padres, hermanos, marido e hijos viven también en esa ciudad. Cuando le comento que es la primera gitana que conozco fuera de Andalucía, me responde sonriendo que en realidad no tiene por qué asociarse lo gitano a lo andaluz, aunque sí que es cierto que en España más del 40% de los gitanos viven en el sur.
Sara pasa los martes, miércoles y jueves en Madrid, donde normalmente trabaja. Y permanece en su casa de Huesca los lunes y viernes, aprovechando así el fin de semana para estar con su familia. Nos comenta que los viernes se suele dedicar a trabajo de mesa, a un ritmo muy alto, atendiendo temas que van surgiendo y acumulándose durante la semana.
Su familia
Se crió en una familia gitana de vendedores ambulantes con sus cuatro hermanos: dos chicos los primeros, luego Sara, la mayor de las chicas, y su hermana menor. Su entorno de crianza, nos cuenta, una familia que ella denomina como “muy normal de vendedores” y añade que toda su familia se dedicó siempre a la venta.
Su crianza multicultural
Creció en un barrio de Huesca de población mayoritariamente no gitana donde también vivían algunas familias gitanas. “Mi entorno de crianza no ha sido en un barrio mayoritariamente gitano, ni en un barrio de exclusión, sino un barrio muy normal".
Tiene muy buenos recuerdos de su infancia y adolescencia, y relata el ambiente mixto en el que se crió: ”Yo iba al colegio de Santa Ana, de monjas. Me crié entre mis amigas y la gente del barrio, no gitana, jugando y corriendo en la plaza. Y luego con mis primas gitanas, en el entorno que me daba mi propia pertenencia: mi madre me llevaba a estar con mis primas en la zona del casco, donde vivía mi abuela, y así ella aprovechaba para ver a sus padres. Y los fines de semana yo iba a ayudar a mis padres en el mercadillo, aquí en mi ciudad o en Zaragoza”.
Su lucha por estudiar
En su entorno familiar y de la venta ambulante nadie había estudiado; Sara, siempre alentada por sus profesores y las monjas, que cuando ella terminó la EGB les decían a sus padres “Sara es muy aplicada, debería seguir estudiando”.
Y es cierto que le gustaba mucho leer, comenta Sara: “Tengo un recuerdo muy cariñoso de una vecina del rellano, a cuya casa yo me iba con frecuencia porque ahí yo sabía que se podía leer, tenían el hábito de la lectura, muchas veces estaban en el salón leyendo y a mí eso me gustaba. Desde muy chiquitita me gustaba coger los periódicos y ponerme a leer los titulares. Y ellos me dejaban también sus libros”.
Por otra parte, siendo ella la única gitana de su clase, le llamaba la atención que a sus amigas en sus casas les instaban a estudiar y ellas tenían esa inquietud. “En cambio a mí, en mi casa, ese tipo de inquietud no me la transmitían, sino más bien al revés”.
Cuando Sara acabó la EGB no se esperaba de ella que quisiera seguir estudiando. “Y ahí empezó cierta batalla, porque no había nadie en mi entorno ni en mi familia que continuara los estudios después de EGB”. Y entonces fue cuando surgió un poco esa batalla, en la que afortunadamente también estuvieron mis profesores, que me ayudaron mucho, porque le lanzaban esos mensajes a mi padre de que “es una niña aplicada, puede dar mucho de sí, hay que dejar que continúe sus estudios”.
Ahí sus padres empezaron a entender, y a ayudarla, y Sara continuó sus estudios haciendo BUP. Finalmente hizo la selectividad y decidió lo que quería estudiar: “Derecho, quizá porque en mi casa habíamos vivido el racismo de una manera cercana”. Y fue buscando la carrera que ella creía que mejor podría ayudarla a defender derechos, a que aquello no continuara así.
Recuerda que tuvo otra fase “durilla”, provocada por el hecho de que para estudiar derecho había que irse a Zaragoza. Y ahí se activó de nuevo la labor de sus profesores, y también de vecinos del barrio que eran amigos de su padre, que le decían “tienes que dejar que Sara continúe estudiando, que tire para adelante”.
Sara tiene claro que el problema de su familia era el pensamiento de que, si Sara se iba a Zaragoza a estudiar, perdería su identidad gitana. “En mi casa ese miedo lo había y, a pesar de ese momento de dificultad, mis padres hicieron un gran esfuerzo mental. Ahora, ya pasado el tiempo, agradezco muchísimo ese gran cambio”.
Durante los cinco años de carrera Sara vivió en un colegio mayor siendo la única niña gitana. “Y cuando llegué a mi primera clase de derecho en la Universidad de Zaragoza, allí había más de 200 personas y la única gitana era yo”. Esa enorme escasez de gitanos en el ámbito universitario le llamó mucho la atención.
Sara recuerda que tuvo muy buena acogida en la Universidad, y se entendió de manera especial con la profesora de derecho intercultural. Enseguida tuvo una sesión con sus compañeros para acercarles el pueblo gitano…
Mujer trabajadora
Cuando acabó, en verano del año 2000, quería hacer prácticas y entró en un despacho de Huesca, donde conoció la abogacía en ejercicio y aprendió mucho civil y penal.
“Y haciendo las prácticas en el aquel despacho me enteré, por la asociación gitana de mi ciudad, que la Fundación Secretariado Gitano iniciaba un programa de empleo en toda España, para ayudar a los gitanos en el tema de la discriminación y el empleo, y que iban a necesitar a gente con preparación universitaria. Me presenté a la oferta de Secretariado Gitano y me cogieron como orientadora laboral. Y es que siempre tuve claro que quería estudiar para abordar la discriminación del pueblo gitano”.
Desde entonces, el mundo profesional de Sara ha estado ligado a la defensa de su pueblo y a la abogacía. Empezó a trabajar como orientadora laboral en la Fundación Secretariado Gitano, y progresivamente la fueron subiendo de puesto hasta ofrecerle llevar la responsabilidad de la igualdad de trato de la organización, un área de igualdad de trato dentro del Secretariado Gitano. “Este era un puesto nacional, por lo que empecé a trabajar compatibilizando Huesca y Madrid”.
Formó parte de la subdirección del Secretariado Gitano y cada vez se iba implicando más, dando formación a juristas, a policías, y participando en muchos foros. Fue creciendo profesionalmente, y le llegó la oportunidad de que la nombrasen, por parte del ministerio, representante de la ECRI (Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia), representando a España ante el Consejo de Europa, donde sigue actualmente con cargo renovado.
A raíz de participar en el Congreso de los Diputados en una actividad del 8 de marzo, Albert Rivera le ofreció trabajar con él. Sara tampoco se esperaba una propuesta de ese nivel, y lo pensó durante seis o siete meses, por lo que suponía de cambios para ella y su familia… Y al final se decidió porque tuvo claro que ser diputada era una gran oportunidad, no solo para ella misma sino para su pueblo gitano.
“Hoy en día aún son pocos los gitanos con dimensión política. Y es una gran oportunidad no solo para defender a los gitanos sino a los grupos vulnerables. Me gusta defender a las mujeres discapacitadas, a las personas sin hogar, a las personas desprotegidas, a los gitanos, a aquellos que yo veo que se encuentran en una situación de mayor necesidad”.
Al decidirse pidió una excedencia de su puesto en el Secretariado Gitano y “empecé mi aventura política, siempre sin dejar mi pata en el secretariado, porque ya pasé a patronato, lo cual era compatible con ser diputada”. Al tiempo falleció el anterior presidente, Pedro Puente, y desde hace dos años, Sara Giménez es la presidenta de la Fundación Secretariado Gitano.
Desde Ciudadanos, que ella define como un partido nuevo que empezó con mucho impulso y luego tuvo una caída muy grande en las urnas, “siempre he sido la portavoz de igualdad, derechos sociales, educación de los troncos sociales con una visión que provoca que mis compañeros me definan como la socialdemócrata de Ciudadanos. Mis defensas son más técnicas y de derechos humanos que ligadas a una ideología política. Eso me da un perfil muy bueno”.
La política es un mundo muy duro, pero también te da satisfacciones cuando se consiguen cosas, nos comenta Sara, orgullosa de haber participado activamente para incluir el antigitanismo en el código penal.
“Estar como abogada desde el poder legislativo ha sido todo un privilegio. Creo también que he contribuido a romper prejuicios sobre los gitanos con la propia relación que tengo en el arco parlamentario. No todo el mundo conoce a gitanos. No todo el mundo tiene una visión profesionalizada de los gitanos. Yo creo que eso sí contribuye. Y siempre sin perder mis raíces, mis valores, mi familia, que soy una persona gitana y que para mí, mi gitanidad es una de las cosas de las que más orgullosa me siento”.
Mujer referente
“Me he dado cuenta de que, con este tipo de trabajo, te acabas convirtiendo en una referencia para la sociedad. Y sé que lo soy para muchas personas gitanas y para muchas personas no gitanas. Porque conozco los dos lados”.
Hoy Sara es una referencia para muchas niñas gitanas; “y es que al final eres un espejo para que otras niñas, otras personas gitanas, digan: si uno se forma, si uno pelea, puede llegar donde uno quiera.
Mujer gitana
Como gitana, en su momento tuvo que superar la fase de estar pedida. “Era pedirme y yo decir, mi momento no es ese ahora, sino estudiar. Y bueno, al final tengo unos hijos para los que también soy referencia. Al final la referencia es también para los tuyos, para los cercanos.
Mi marido es gitano y me casé bajo las tradiciones gitanas. En ese momento, no sé, pasan los años y lo maduras, y cambias incluso de opinión…
En cualquier caso, he seguido siempre cercana a mi propio entorno, a mi familia que para mí es un pilar fundamental. Es el concepto de familia extensa. Los valores que nosotros tenemos, el respeto a los mayores, el culto a los difuntos… ¡Me encantan nuestras celebraciones!
No podemos tener miedo a que por educarte, por formar parte de los espacios universitarios o los espacios de poder, vayas a perder tu identidad”.
Mujer luchadora
“Al final lo que a mí me preocupa son las grandes brechas: la diferencia entre los gitanos españoles y los europeos es muy grande, estamos muchísimo mejor en España. A nivel de inclusión social, estamos mucho mejor que en el resto de Europa, y lo digo porque en otros lugares de Europa el rechazo social es mucho más agresivo, mucho más violento; se vive con menos inclusión, el acceso al mundo laboral por cuenta ajena es muchísimo menor que en España; hay muchos gitanos también, en otros países, que siguen siendo nómadas; muchos viven en las afueras y en entornos de gitanos, lo que al final te hace no formar parte de la sociedad… Aquí en España, a partir de la Constitución y sobre todo en los últimos treinta años, se han aplicado muchas políticas inclusivas.
“Yo he visto en España una evolución muy grande con el tema de los gitanos. De pequeña yo no tenía muchas referencias de gitanos que hubieran estudiado; ahora, solo en mi ciudad te puedo hablar de seis o siete que están en etapa universitaria.
Hoy, gracias a proyectos europeos como los que hemos traído y gracias al trabajo que hemos hecho desde Secretariado Gitano, ha habido un cambio muy grande e importante en la inserción laboral de los gitanos.
La evolución y el cambio se ven. Aunque también es verdad que si vas a ver cuáles son las tasas de desempleo de la comunidad gitana, triplicamos a la sociedad mayoritaria. Y si eres mujer, más. Y que más del sesenta por ciento del alumnado gitano no termina la educación secundaria obligatoria. Y cuántos están en la universidad, un tres por ciento. Cuántos viven todavía en situación de exclusión de pobreza…
Osea que todavía hay muchas brechas, y que aquí hay que seguir.
El futuro
“Quiero que más gitanos estén en puestos de responsabilidad, más heterogeneidad social y que los gitanos formemos parte de ella. Estoy en este camino. Y con la actividad política, que es lo que a mí ahora todo el mundo me pregunta, veremos lo que pasa…
Pero lo que tengo claro es que ahí donde yo esté, voy a seguir con mi quehacer profesional. El esfuerzo de mi familia ha sido grande. Y les agradezco a mis hijos, a mi marido, a mis padres, que han tenido que echarme una mano para que yo hoy tenga un desarrollo profesional”.
Me ha encantado bucear un poco en el mundo gitano y sus valores de la mano de Sara, y paseando por los rincones del Congreso. ¡Un lujazo! Recuerdo una de las preguntas a las que me contestó cuando nos conocimos: Si tuvieras que abrazar un libro, ¿cuál sería?, “la declaración universal de derechos humanos”. Con eso, me lo dijo todo sobre ella. Un placer retratar humanidad en el hemiciclo del Congreso de los Diputados. Gracias, Sara.
Gisela Pretel
Fotógrafa Documental
SaraGimenez
Representante de la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia (ECRI) y diputada en el Parlamento
Sara nació en Huesca, en una familia gitana en la que nadie tenía estudios. Con mucho esfuerzo convenció a sus padres para hacer el BUP, y más tarde, con la ayuda de profesores, vecinos y amigos de su padre, les volvió a convencer para estudiar derecho en Zaragoza, donde fue la única mujer gitana de la Universidad y también del colegio mayor. Lo bueno fue que el miedo de sus padres se fue transformando en orgullo y halagos a sus buenos resultados académicos…
Terminada la carrera, entró en la Fundación Secretariado Gitano como orientadora laboral y desde entonces no ha parado de formarse, especializarse y asumir mayores responsabilidades.
Hoy es representante de la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia (ECRI) ante el Consejo de Europa, diputada en el Parlamento y la presidenta de la Fundación Secretariado Gitano.
“Eso me da la oportunidad no solo para defender a los gitanos sino a los grupos vulnerables. Y siempre sin perder mis raíces, is valores, mi familia, que soy una persona gitana orgullosa de serlo. No podemos tener miedo a que, por educarnos, por formar parte de los espacios universitarios o los espacios de poder, vayas a perder tu identidad”.
Su día a día
Sara vive en Huesca, donde nació. Su familia, padres, hermanos, marido e hijos viven también en esa ciudad. Cuando le comento que es la primera gitana que conozco fuera de Andalucía, me responde sonriendo que en realidad no tiene por qué asociarse lo gitano a lo andaluz, aunque sí que es cierto que en España más del 40% de los gitanos viven en el sur.
Sara pasa los martes, miércoles y jueves en Madrid, donde normalmente trabaja. Y permanece en su casa de Huesca los lunes y viernes, aprovechando así el fin de semana para estar con su familia. Nos comenta que los viernes se suele dedicar a trabajo de mesa, a un ritmo muy alto, atendiendo temas que van surgiendo y acumulándose durante la semana.
Su familia
Se crió en una familia gitana de vendedores ambulantes con sus cuatro hermanos: dos chicos los primeros, luego Sara, la mayor de las chicas, y su hermana menor. Su entorno de crianza, nos cuenta, una familia que ella denomina como “muy normal de vendedores” y añade que toda su familia se dedicó siempre a la venta.
Su crianza multicultural
Creció en un barrio de Huesca de población mayoritariamente no gitana donde también vivían algunas familias gitanas. “Mi entorno de crianza no ha sido en un barrio mayoritariamente gitano, ni en un barrio de exclusión, sino un barrio muy normal".
Tiene muy buenos recuerdos de su infancia y adolescencia, y relata el ambiente mixto en el que se crió: ”Yo iba al colegio de Santa Ana, de monjas. Me crié entre mis amigas y la gente del barrio, no gitana, jugando y corriendo en la plaza. Y luego con mis primas gitanas, en el entorno que me daba mi propia pertenencia: mi madre me llevaba a estar con mis primas en la zona del casco, donde vivía mi abuela, y así ella aprovechaba para ver a sus padres. Y los fines de semana yo iba a ayudar a mis padres en el mercadillo, aquí en mi ciudad o en Zaragoza”.
Su lucha por estudiar
En su entorno familiar y de la venta ambulante nadie había estudiado; Sara, siempre alentada por sus profesores y las monjas, que cuando ella terminó la EGB les decían a sus padres “Sara es muy aplicada, debería seguir estudiando”.
Y es cierto que le gustaba mucho leer, comenta Sara: “Tengo un recuerdo muy cariñoso de una vecina del rellano, a cuya casa yo me iba con frecuencia porque ahí yo sabía que se podía leer, tenían el hábito de la lectura, muchas veces estaban en el salón leyendo y a mí eso me gustaba. Desde muy chiquitita me gustaba coger los periódicos y ponerme a leer los titulares. Y ellos me dejaban también sus libros”.
Por otra parte, siendo ella la única gitana de su clase, le llamaba la atención que a sus amigas en sus casas les instaban a estudiar y ellas tenían esa inquietud. “En cambio a mí, en mi casa, ese tipo de inquietud no me la transmitían, sino más bien al revés”.
Cuando Sara acabó la EGB no se esperaba de ella que quisiera seguir estudiando. “Y ahí empezó cierta batalla, porque no había nadie en mi entorno ni en mi familia que continuara los estudios después de EGB”. Y entonces fue cuando surgió un poco esa batalla, en la que afortunadamente también estuvieron mis profesores, que me ayudaron mucho, porque le lanzaban esos mensajes a mi padre de que “es una niña aplicada, puede dar mucho de sí, hay que dejar que continúe sus estudios”.
Ahí sus padres empezaron a entender, y a ayudarla, y Sara continuó sus estudios haciendo BUP. Finalmente hizo la selectividad y decidió lo que quería estudiar: “Derecho, quizá porque en mi casa habíamos vivido el racismo de una manera cercana”. Y fue buscando la carrera que ella creía que mejor podría ayudarla a defender derechos, a que aquello no continuara así.
Recuerda que tuvo otra fase “durilla”, provocada por el hecho de que para estudiar derecho había que irse a Zaragoza. Y ahí se activó de nuevo la labor de sus profesores, y también de vecinos del barrio que eran amigos de su padre, que le decían “tienes que dejar que Sara continúe estudiando, que tire para adelante”.
Sara tiene claro que el problema de su familia era el pensamiento de que, si Sara se iba a Zaragoza a estudiar, perdería su identidad gitana. “En mi casa ese miedo lo había y, a pesar de ese momento de dificultad, mis padres hicieron un gran esfuerzo mental. Ahora, ya pasado el tiempo, agradezco muchísimo ese gran cambio”.
Durante los cinco años de carrera Sara vivió en un colegio mayor siendo la única niña gitana. “Y cuando llegué a mi primera clase de derecho en la Universidad de Zaragoza, allí había más de 200 personas y la única gitana era yo”. Esa enorme escasez de gitanos en el ámbito universitario le llamó mucho la atención.
Sara recuerda que tuvo muy buena acogida en la Universidad, y se entendió de manera especial con la profesora de derecho intercultural. Enseguida tuvo una sesión con sus compañeros para acercarles el pueblo gitano…
Mujer trabajadora
Cuando acabó, en verano del año 2000, quería hacer prácticas y entró en un despacho de Huesca, donde conoció la abogacía en ejercicio y aprendió mucho civil y penal.
“Y haciendo las prácticas en el aquel despacho me enteré, por la asociación gitana de mi ciudad, que la Fundación Secretariado Gitano iniciaba un programa de empleo en toda España, para ayudar a los gitanos en el tema de la discriminación y el empleo, y que iban a necesitar a gente con preparación universitaria. Me presenté a la oferta de Secretariado Gitano y me cogieron como orientadora laboral. Y es que siempre tuve claro que quería estudiar para abordar la discriminación del pueblo gitano”.
Desde entonces, el mundo profesional de Sara ha estado ligado a la defensa de su pueblo y a la abogacía. Empezó a trabajar como orientadora laboral en la Fundación Secretariado Gitano, y progresivamente la fueron subiendo de puesto hasta ofrecerle llevar la responsabilidad de la igualdad de trato de la organización, un área de igualdad de trato dentro del Secretariado Gitano. “Este era un puesto nacional, por lo que empecé a trabajar compatibilizando Huesca y Madrid”.
Formó parte de la subdirección del Secretariado Gitano y cada vez se iba implicando más, dando formación a juristas, a policías, y participando en muchos foros. Fue creciendo profesionalmente, y le llegó la oportunidad de que la nombrasen, por parte del ministerio, representante de la ECRI (Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia), representando a España ante el Consejo de Europa, donde sigue actualmente con cargo renovado.
A raíz de participar en el Congreso de los Diputados en una actividad del 8 de marzo, Albert Rivera le ofreció trabajar con él. Sara tampoco se esperaba una propuesta de ese nivel, y lo pensó durante seis o siete meses, por lo que suponía de cambios para ella y su familia… Y al final se decidió porque tuvo claro que ser diputada era una gran oportunidad, no solo para ella misma sino para su pueblo gitano.
“Hoy en día aún son pocos los gitanos con dimensión política. Y es una gran oportunidad no solo para defender a los gitanos sino a los grupos vulnerables. Me gusta defender a las mujeres discapacitadas, a las personas sin hogar, a las personas desprotegidas, a los gitanos, a aquellos que yo veo que se encuentran en una situación de mayor necesidad”.
Al decidirse pidió una excedencia de su puesto en el Secretariado Gitano y “empecé mi aventura política, siempre sin dejar mi pata en el secretariado, porque ya pasé a patronato, lo cual era compatible con ser diputada”. Al tiempo falleció el anterior presidente, Pedro Puente, y desde hace dos años, Sara Giménez es la presidenta de la Fundación Secretariado Gitano.
Desde Ciudadanos, que ella define como un partido nuevo que empezó con mucho impulso y luego tuvo una caída muy grande en las urnas, “siempre he sido la portavoz de igualdad, derechos sociales, educación de los troncos sociales con una visión que provoca que mis compañeros me definan como la socialdemócrata de Ciudadanos. Mis defensas son más técnicas y de derechos humanos que ligadas a una ideología política. Eso me da un perfil muy bueno”.
La política es un mundo muy duro, pero también te da satisfacciones cuando se consiguen cosas, nos comenta Sara, orgullosa de haber participado activamente para incluir el antigitanismo en el código penal.
“Estar como abogada desde el poder legislativo ha sido todo un privilegio. Creo también que he contribuido a romper prejuicios sobre los gitanos con la propia relación que tengo en el arco parlamentario. No todo el mundo conoce a gitanos. No todo el mundo tiene una visión profesionalizada de los gitanos. Yo creo que eso sí contribuye. Y siempre sin perder mis raíces, mis valores, mi familia, que soy una persona gitana y que para mí, mi gitanidad es una de las cosas de las que más orgullosa me siento”.
Mujer referente
“Me he dado cuenta de que, con este tipo de trabajo, te acabas convirtiendo en una referencia para la sociedad. Y sé que lo soy para muchas personas gitanas y para muchas personas no gitanas. Porque conozco los dos lados”.
Hoy Sara es una referencia para muchas niñas gitanas; “y es que al final eres un espejo para que otras niñas, otras personas gitanas, digan: si uno se forma, si uno pelea, puede llegar donde uno quiera.
Mujer gitana
Como gitana, en su momento tuvo que superar la fase de estar pedida. “Era pedirme y yo decir, mi momento no es ese ahora, sino estudiar. Y bueno, al final tengo unos hijos para los que también soy referencia. Al final la referencia es también para los tuyos, para los cercanos.
Mi marido es gitano y me casé bajo las tradiciones gitanas. En ese momento, no sé, pasan los años y lo maduras, y cambias incluso de opinión…
En cualquier caso, he seguido siempre cercana a mi propio entorno, a mi familia que para mí es un pilar fundamental. Es el concepto de familia extensa. Los valores que nosotros tenemos, el respeto a los mayores, el culto a los difuntos… ¡Me encantan nuestras celebraciones!
No podemos tener miedo a que por educarte, por formar parte de los espacios universitarios o los espacios de poder, vayas a perder tu identidad”.
Mujer luchadora
“Al final lo que a mí me preocupa son las grandes brechas: la diferencia entre los gitanos españoles y los europeos es muy grande, estamos muchísimo mejor en España. A nivel de inclusión social, estamos mucho mejor que en el resto de Europa, y lo digo porque en otros lugares de Europa el rechazo social es mucho más agresivo, mucho más violento; se vive con menos inclusión, el acceso al mundo laboral por cuenta ajena es muchísimo menor que en España; hay muchos gitanos también, en otros países, que siguen siendo nómadas; muchos viven en las afueras y en entornos de gitanos, lo que al final te hace no formar parte de la sociedad… Aquí en España, a partir de la Constitución y sobre todo en los últimos treinta años, se han aplicado muchas políticas inclusivas.
“Yo he visto en España una evolución muy grande con el tema de los gitanos. De pequeña yo no tenía muchas referencias de gitanos que hubieran estudiado; ahora, solo en mi ciudad te puedo hablar de seis o siete que están en etapa universitaria.
Hoy, gracias a proyectos europeos como los que hemos traído y gracias al trabajo que hemos hecho desde Secretariado Gitano, ha habido un cambio muy grande e importante en la inserción laboral de los gitanos.
La evolución y el cambio se ven. Aunque también es verdad que si vas a ver cuáles son las tasas de desempleo de la comunidad gitana, triplicamos a la sociedad mayoritaria. Y si eres mujer, más. Y que más del sesenta por ciento del alumnado gitano no termina la educación secundaria obligatoria. Y cuántos están en la universidad, un tres por ciento. Cuántos viven todavía en situación de exclusión de pobreza…
Osea que todavía hay muchas brechas, y que aquí hay que seguir.
El futuro
“Quiero que más gitanos estén en puestos de responsabilidad, más heterogeneidad social y que los gitanos formemos parte de ella. Estoy en este camino. Y con la actividad política, que es lo que a mí ahora todo el mundo me pregunta, veremos lo que pasa…
Pero lo que tengo claro es que ahí donde yo esté, voy a seguir con mi quehacer profesional. El esfuerzo de mi familia ha sido grande. Y les agradezco a mis hijos, a mi marido, a mis padres, que han tenido que echarme una mano para que yo hoy tenga un desarrollo profesional”.
Me ha encantado bucear un poco en el mundo gitano y sus valores de la mano de Sara, y paseando por los rincones del Congreso. ¡Un lujazo! Recuerdo una de las preguntas a las que me contestó cuando nos conocimos: Si tuvieras que abrazar un libro, ¿cuál sería?, “la declaración universal de derechos humanos”. Con eso, me lo dijo todo sobre ella. Un placer retratar humanidad en el hemiciclo del Congreso de los Diputados. Gracias, Sara.
Gisela Pretel
Fotógrafa Documental