Rocío
Soto

Dueña de un restaurante y madre de familia

Con catorce años, Rocío se enamoró y se casó antes de terminar el colegio. Desde muy jóvenes -ella con 15 y él con 16- se fueron buscando la vida solos: en el mercadillo, trabajando muchísimo y al mismo tiempo construyendo su familia: nada menos que cinco niñas. “Mi prioridad era que mis hijas sí estudiaran, que no me imitaran en querer hacer las cosas antes de tiempo…”.

Hace ya un par de años que Rocío pensaba en emprender: “Con la mayor ya independizada, la segunda casada y trabajando, y la tercera también estudiando y pendiente de los deberes de las hermanas, ¿no será el momento, a mis 41 años, de emprender y montar mi propio negocio? ¿Por qué no abrir un bar con mi hija y ser nuestras propias jefas?”

Y en su fiesta de cumpleaños, su marido le dio la sorpresa: “¿Tú no querías montar algo? Toma las llaves. Ya tienes local para abrir”.

El pasado enero abrieron un restaurante que está funcionando bastante bien. “Ahora es mi momento de hacer lo que en mi juventud no he podido, porque nunca es tarde para cumplir tu sueño, para hacer lo que tú quieres”.

Su familia:

Rocío es una mujer que, cuando se le pregunta por su familia, no necesita más de quince segundos para responder: “Me siento dichosa de la familia en la que Dios quiso que naciera. Porque en ella he aprendido muchos valores, cariño, amor, lucha…”.

Ha tenido unos padres muy trabajadores, que han mirado mucho por sus hijos, por darles un bienestar… Su padre tuvo un taxi muchísimos años, eran una familia humilde, sencilla, y como nos cuenta Rocío, con muy buenos principios. “Íbamos al colegio y éramos una familia normal. Somos 5 hermanos y yo soy la cuarta”.

Rocío nació en Marbella, y recuerda su niñez con alegría porque fue una niña muy feliz con sus padres y sus hermanos. Cuando cumplió 9 años su familia se trasladó a Fuengirola, donde estaba la familia de su padre.

Ella cambió a un nuevo colegio y estuvo allí estudiando hasta octavo de EGB. A los 14 años se enamoró, y aunque en su familia no era costumbre casarse joven- sus hermanas se casaron con 26 años y 24 años, y su hermano a los 22- Rocío en esto fue una excepción: se casó tres meses antes de terminar el colegio, y abandonó sus estudios sin llegar a sacarse el graduado.

“Eso lo recuerdo mucho, porque en ese momento no le di importancia, pero el propio director del colegio llamó a mi madre, y mi madre le comentó: “como la niña ya está casada y vive con su pareja, pues ya no puede ir al colegio”. No porque me lo impidiera mi esposo ni su familia, que ellos también son personas con una mente abierta… pero el caso es que no fui más, a pesar de que el director le dijo a mi madre: dile que venga, que le hago los últimos exámenes, por lo menos que se lleve el graduado… Pero bueno, en ese momento no le di importancia y no fui más…”

La construcción de su propia familia

Desde sus 14 años empezó a hacer una vida de adulta: “Mi marido y yo hemos sido un matrimonio muy luchador desde muy jóvenes. Yo iba a cumplir 15, me faltaban solo unos meses, y mi marido 17. Éramos dos niños”.

Rocío cuenta también que tanto ella como su marido eran personas bastante maduras, y se fueron buscando la vida solos. Iban al mercadillo, trabajaban mucho y al mismo tiempo iban construyendo su familia: “A los 2 años de casarme tuve mi primera niña, Saray, que ahora tiene 24 años, luego a Rocío, de 22, a María que ahora tiene 16, a Alegría, de 11 y por último a mi Johana, la más pequeña, que tiene 8 años”.

Hablando del mundo laboral, Rocío cuenta su primera experiencia como emprendedora cuando puso una tienda de zapatos que le fue muy bien, aunque tenían que trabajar muy duro, su marido en el mercadillo y ella en la tienda. “Íbamos muy lejos a por los zapatos, los traíamos nosotros mismos”. Y cuando el embarazo de su tercera hija se complicó y como su marido no podía atender él solo los dos trabajos, se replantearon la situación y Rocío decidió dejar la tienda.

A partir de entonces, y siempre compatibilizando embarazos y trabajos esporádicos, se dedicó a criar a sus hijas poniendo, eso sí, el acento en los estudios. “Esa era mi prioridad: que mis hijas sí estudiaran, que no me imitaran en querer hacer las cosas antes de tiempo…”.

Recuerda haber vivido épocas duras, “porque cuando una terminaba el cole y empezaba la ESO, la otra entraba en primaria”, y así iba Rocío, siempre enganchada a las niñas, como dice ella.

Y parece que su dedicación valió la pena: “Gracias a Dios, mi hija Saray tiene la ESO, un título de maquilladora y el de peluquería, de lo que trabajó dos años. Luego se sacó el bachiller, tiene un grado superior y empezó la carrera de psicología aunque no la terminó. Hoy tiene un buen puesto en la misma empresa donde también trabaja su padre, una empresa de telecomunicaciones, y ha conseguido con su esfuerzo una buena situación económica y laboral.

La segunda hija, Rocío, se casó joven, con 17 años, y terminó la primaria, tiene el título de maquilladora y ha tocado también algo de estética. Ahora tiene 21 años y está embarazada (Rocío madre lo comenta con muchísima alegría), y en los últimos tiempos se ha dedicado a la hostelería, algo en lo que su madre también ha trabajado, coincidiendo ambas en alguna ocasión en el mismo restaurante…

Mujer emprendedora

Ya hace un par de años que Rocío andaba dándole vueltas a una idea: “la mayor ya se ha independizado, la segunda está casada y trabajando, las dos pequeñas ya son algo más mayores, la tercera, que también está estudiando, está muy pendiente de los deberes de las hermanas… ¿No será el momento, a mis 41 años, de emprender y montar yo mi propio negocio?”

Por otro lado, Rocío pensaba que, teniendo ella experiencia en restauración y su hija también, y dándosele bien a ambas, ¿por qué no montar algo juntas para, como ella dice “ser nuestras propias jefas”? 

Y aunque la propia Rocío se define como “yo soy más de esperar a que me surja la ocasión”, afortunadamente su marido es un hombre que no solamente la anima sino que, como nos cuenta ella, “cuando dice de hacer una cosa, él lo hace, va a por ello. Entonces ahí nos complementamos”. 

Y así fue cómo hace unos meses, nos cuenta Rocío, el día de su cumpleaños se llevó la sorpresa: su marido había sabido de un bar que el dueño quería alquilar, y no se lo pensó: fue, vio el local, lo pagó y salió con las llaves. Y en su fiesta de cumpleaños, le dio la sorpresa. “Viene y me dice: ¿tú no querías montar algo? Y yo: sí, me gustaría, a ver cuándo surge, a ver cuándo puedo… Y él: bueno, pues toma las llaves. Y yo: ¿qué? ¿Pero no me has llevado a que yo lo vea, a ver si se puede trabajar, a ver la cocina…? Él me respondió: Tú ya tienes local para abrir”.

Su hija Rocío había sido un poco cómplice de él, ya conocía el local y a ella le había gustado. Así que Rocío madre fue, lo vio y le gustó. “Le eché coraje, lo único que me faltaba ya era echarle las ganas, las fuerzas, y con apoyo de mi marido, que es muy importante, y la ayuda de mi hija, lo abrimos el pasado enero”. 

“Mi hija y yo, trabajando juntas, lo llevamos muy bien. Yo más en la cocina, y ella más cara al público, y si está la cosa está muy apretada, se viene a ayudarme a la cocina. Y muy contenta porque, aunque tenemos días bastante fuertes y otros más tranquilos, de momento vamos cubriendo gastos y podemos vivir dos personas de ello”.

El futuro

“Pues me veo en el restaurante, que este verano va a funcionar muy bien. Y eso me va a ayudar y quiero poner algo más grande, que algunos sábados ya se nos queda pequeño… Poner más mesas, meter a trabajar a más gente para que todo salga adelante…

He luchado mucho, he protegido mucho a mis niñas, con orden, las comidas y el sueño a sus horas… y ahora estoy recogiendo los frutos”.

Qué significa para Rocío ser gitana

“Uy, podría estar hablando hasta mañana: lo primero es ser orgullosa, estar orgullosa de ser gitana. Es fuerza, es coraje, es pasión, es amor, pureza… muchísimas cosas buenas…”.

Pero también hay muchos estereotipos. Es verdad que ya somos muchísimos gitanos los que vamos por delante, y por culpa de esos estereotipos no se nos ve. Pero tenemos fuerza y coraje para llegar donde cada persona quiera llegar; aunque nosotros mismos somos los que a veces nos ponemos los límites…”.

Mujer y gitana ¿te has encontrado obstáculos?

“Ha habido obstáculos, estereotipos, racismo… Cuando he trabajado de camarera de piso, de limpiadora… me he encontrado obstáculos”.

Y aunque soy blanquita con los ojos verdes, siempre me he mostrado orgullosa de ser gitana, de padre, de madre, de abuelos… Lo llevo con mucho orgullo. Y sin complejos: precisamente por ser gitana, mira dónde llega la gitana. Y ahora voy a emprender mi propio negocio”.

¿Qué destacaría Rocío de su vida, de su trayectoria?

“Quizá he estado un poquito estancada, pero no por lo que hubiese fuera sino por cómo yo he organizado mi vida. Siendo madre desde los 17 años, ¿a qué me debo? pues a criarlos, a que vayan bien en el colegio, a que vivan con un orden, con educación, con cultura, con protección. 

Pero ahora, con 41 años, voy a hacer lo que en mi juventud no he podido. Ahora es mi momento, porque nunca es tarde para cumplir tu sueño, para hacer lo que tú quieres. Ahora es mi momento, ahora lo voy a hacer.

Yo soy de las personas que creo que siempre se puede mejorar y siempre hay algo que aprender, algo que alguien te pueda enseñar, lo que no voy a querer es retroceder”.

rocioRGB

La historia de Rocio es un testimonio de perseverancia y determinación. A pesar de las dificultades, ha sido capaz de reinventarse constantemente en múltiples roles y vivir en el presente mirando hacia el futuro. Con esta fotografía quería mostrar las múltiples mujeres que habitan en ella y que la han llevado a ser quien es hoy.

Ana Suárez
Fotógrafa documental y de retrato

Rocío Soto

rocioRGB

Dueña de un restaurante y madre de familia

Con catorce años, Rocío se enamoró y se casó antes de terminar el colegio. Desde muy jóvenes -ella con 15 y él con 16- se fueron buscando la vida solos: en el mercadillo, trabajando muchísimo y al mismo tiempo construyendo su familia: nada menos que cinco niñas. “Mi prioridad era que mis hijas sí estudiaran, que no me imitaran en querer hacer las cosas antes de tiempo…”.

Hace ya un par de años que Rocío pensaba en emprender: “Con la mayor ya independizada, la segunda casada y trabajando, y la tercera también estudiando y pendiente de los deberes de las hermanas, ¿no será el momento, a mis 41 años, de emprender y montar mi propio negocio? ¿Por qué no abrir un bar con mi hija y ser nuestras propias jefas?”

Y en su fiesta de cumpleaños, su marido le dio la sorpresa: “¿Tú no querías montar algo? Toma las llaves. Ya tienes local para abrir”.

El pasado enero abrieron un restaurante que está funcionando bastante bien. “Ahora es mi momento de hacer lo que en mi juventud no he podido, porque nunca es tarde para cumplir tu sueño, para hacer lo que tú quieres”.

Su familia:

Rocío es una mujer que, cuando se le pregunta por su familia, no necesita más de quince segundos para responder: “Me siento dichosa de la familia en la que Dios quiso que naciera. Porque en ella he aprendido muchos valores, cariño, amor, lucha…”.

Ha tenido unos padres muy trabajadores, que han mirado mucho por sus hijos, por darles un bienestar… Su padre tuvo un taxi muchísimos años, eran una familia humilde, sencilla, y como nos cuenta Rocío, con muy buenos principios. “Íbamos al colegio y éramos una familia normal. Somos 5 hermanos y yo soy la cuarta”.

Rocío nació en Marbella, y recuerda su niñez con alegría porque fue una niña muy feliz con sus padres y sus hermanos. Cuando cumplió 9 años su familia se trasladó a Fuengirola, donde estaba la familia de su padre.

Ella cambió a un nuevo colegio y estuvo allí estudiando hasta octavo de EGB. A los 14 años se enamoró, y aunque en su familia no era costumbre casarse joven- sus hermanas se casaron con 26 años y 24 años, y su hermano a los 22- Rocío en esto fue una excepción: se casó tres meses antes de terminar el colegio, y abandonó sus estudios sin llegar a sacarse el graduado.

“Eso lo recuerdo mucho, porque en ese momento no le di importancia, pero el propio director del colegio llamó a mi madre, y mi madre le comentó: “como la niña ya está casada y vive con su pareja, pues ya no puede ir al colegio”. No porque me lo impidiera mi esposo ni su familia, que ellos también son personas con una mente abierta… pero el caso es que no fui más, a pesar de que el director le dijo a mi madre: dile que venga, que le hago los últimos exámenes, por lo menos que se lleve el graduado… Pero bueno, en ese momento no le di importancia y no fui más…”

La construcción de su propia familia

Desde sus 14 años empezó a hacer una vida de adulta: “Mi marido y yo hemos sido un matrimonio muy luchador desde muy jóvenes. Yo iba a cumplir 15, me faltaban solo unos meses, y mi marido 17. Éramos dos niños”.

Rocío cuenta también que tanto ella como su marido eran personas bastante maduras, y se fueron buscando la vida solos. Iban al mercadillo, trabajaban mucho y al mismo tiempo iban construyendo su familia: “A los 2 años de casarme tuve mi primera niña, Saray, que ahora tiene 24 años, luego a Rocío, de 22, a María que ahora tiene 16, a Alegría, de 11 y por último a mi Johana, la más pequeña, que tiene 8 años”.

Hablando del mundo laboral, Rocío cuenta su primera experiencia como emprendedora cuando puso una tienda de zapatos que le fue muy bien, aunque tenían que trabajar muy duro, su marido en el mercadillo y ella en la tienda. “Íbamos muy lejos a por los zapatos, los traíamos nosotros mismos”. Y cuando el embarazo de su tercera hija se complicó y como su marido no podía atender él solo los dos trabajos, se replantearon la situación y Rocío decidió dejar la tienda.

A partir de entonces, y siempre compatibilizando embarazos y trabajos esporádicos, se dedicó a criar a sus hijas poniendo, eso sí, el acento en los estudios. “Esa era mi prioridad: que mis hijas sí estudiaran, que no me imitaran en querer hacer las cosas antes de tiempo…”.

Recuerda haber vivido épocas duras, “porque cuando una terminaba el cole y empezaba la ESO, la otra entraba en primaria”, y así iba Rocío, siempre enganchada a las niñas, como dice ella.

Y parece que su dedicación valió la pena: “Gracias a Dios, mi hija Saray tiene la ESO, un título de maquilladora y el de peluquería, de lo que trabajó dos años. Luego se sacó el bachiller, tiene un grado superior y empezó la carrera de psicología aunque no la terminó. Hoy tiene un buen puesto en la misma empresa donde también trabaja su padre, una empresa de telecomunicaciones, y ha conseguido con su esfuerzo una buena situación económica y laboral.

La segunda hija, Rocío, se casó joven, con 17 años, y terminó la primaria, tiene el título de maquilladora y ha tocado también algo de estética. Ahora tiene 21 años y está embarazada (Rocío madre lo comenta con muchísima alegría), y en los últimos tiempos se ha dedicado a la hostelería, algo en lo que su madre también ha trabajado, coincidiendo ambas en alguna ocasión en el mismo restaurante…

Mujer emprendedora

Ya hace un par de años que Rocío andaba dándole vueltas a una idea: “la mayor ya se ha independizado, la segunda está casada y trabajando, las dos pequeñas ya son algo más mayores, la tercera, que también está estudiando, está muy pendiente de los deberes de las hermanas… ¿No será el momento, a mis 41 años, de emprender y montar yo mi propio negocio?”

Por otro lado, Rocío pensaba que, teniendo ella experiencia en restauración y su hija también, y dándosele bien a ambas, ¿por qué no montar algo juntas para, como ella dice “ser nuestras propias jefas”? 

Y aunque la propia Rocío se define como “yo soy más de esperar a que me surja la ocasión”, afortunadamente su marido es un hombre que no solamente la anima sino que, como nos cuenta ella, “cuando dice de hacer una cosa, él lo hace, va a por ello. Entonces ahí nos complementamos”. 

Y así fue cómo hace unos meses, nos cuenta Rocío, el día de su cumpleaños se llevó la sorpresa: su marido había sabido de un bar que el dueño quería alquilar, y no se lo pensó: fue, vio el local, lo pagó y salió con las llaves. Y en su fiesta de cumpleaños, le dio la sorpresa. “Viene y me dice: ¿tú no querías montar algo? Y yo: sí, me gustaría, a ver cuándo surge, a ver cuándo puedo… Y él: bueno, pues toma las llaves. Y yo: ¿qué? ¿Pero no me has llevado a que yo lo vea, a ver si se puede trabajar, a ver la cocina…? Él me respondió: Tú ya tienes local para abrir”.

Su hija Rocío había sido un poco cómplice de él, ya conocía el local y a ella le había gustado. Así que Rocío madre fue, lo vio y le gustó. “Le eché coraje, lo único que me faltaba ya era echarle las ganas, las fuerzas, y con apoyo de mi marido, que es muy importante, y la ayuda de mi hija, lo abrimos el pasado enero”. 

“Mi hija y yo, trabajando juntas, lo llevamos muy bien. Yo más en la cocina, y ella más cara al público, y si está la cosa está muy apretada, se viene a ayudarme a la cocina. Y muy contenta porque, aunque tenemos días bastante fuertes y otros más tranquilos, de momento vamos cubriendo gastos y podemos vivir dos personas de ello”.

El futuro

“Pues me veo en el restaurante, que este verano va a funcionar muy bien. Y eso me va a ayudar y quiero poner algo más grande, que algunos sábados ya se nos queda pequeño… Poner más mesas, meter a trabajar a más gente para que todo salga adelante…

He luchado mucho, he protegido mucho a mis niñas, con orden, las comidas y el sueño a sus horas… y ahora estoy recogiendo los frutos”.

Qué significa para Rocío ser gitana

“Uy, podría estar hablando hasta mañana: lo primero es ser orgullosa, estar orgullosa de ser gitana. Es fuerza, es coraje, es pasión, es amor, pureza… muchísimas cosas buenas…”.

Pero también hay muchos estereotipos. Es verdad que ya somos muchísimos gitanos los que vamos por delante, y por culpa de esos estereotipos no se nos ve. Pero tenemos fuerza y coraje para llegar donde cada persona quiera llegar; aunque nosotros mismos somos los que a veces nos ponemos los límites…”.

Mujer y gitana ¿te has encontrado obstáculos?

“Ha habido obstáculos, estereotipos, racismo… Cuando he trabajado de camarera de piso, de limpiadora… me he encontrado obstáculos”.

Y aunque soy blanquita con los ojos verdes, siempre me he mostrado orgullosa de ser gitana, de padre, de madre, de abuelos… Lo llevo con mucho orgullo. Y sin complejos: precisamente por ser gitana, mira dónde llega la gitana. Y ahora voy a emprender mi propio negocio”.

¿Qué destacaría Rocío de su vida, de su trayectoria?

“Quizá he estado un poquito estancada, pero no por lo que hubiese fuera sino por cómo yo he organizado mi vida. Siendo madre desde los 17 años, ¿a qué me debo? pues a criarlos, a que vayan bien en el colegio, a que vivan con un orden, con educación, con cultura, con protección. 

Pero ahora, con 41 años, voy a hacer lo que en mi juventud no he podido. Ahora es mi momento, porque nunca es tarde para cumplir tu sueño, para hacer lo que tú quieres. Ahora es mi momento, ahora lo voy a hacer.

Yo soy de las personas que creo que siempre se puede mejorar y siempre hay algo que aprender, algo que alguien te pueda enseñar, lo que no voy a querer es retroceder”.

La historia de Rocio es un testimonio de perseverancia y determinación. A pesar de las dificultades, ha sido capaz de reinventarse constantemente en múltiples roles y vivir en el presente mirando hacia el futuro. Con esta fotografía quería mostrar las múltiples mujeres que habitan en ella y que la han llevado a ser quien es hoy.

Ana Suárez
Fotógrafa documental y de retrato