Maryam
Carzón

Estudiante universitaria

Maryam es una sevillana alegre que estudia Trabajo Social en la Universidad de Málaga. “He querido estudiar una carrera con la que yo pueda dar lo mejor de mí, para todo el mundo y sobre todo para mi gente”.

Se sabe afortunada porque siempre tuvo a su madre animándola a que estudiara: “Tú haz lo que quieras con tu vida, sé paya, sé gitana, sé lo que tú quieras ser… pero estudiar hay que estudiar, porque siempre pesa más una pala que un lápiz”.

“A mí estudiar me hace más gitana que nadie. Porque ser gitana es eso: ser guerrera. Pero para luchar hay que tener armas. Y mis armas son mis estudios, son mis títulos, mis horas hincando los codos… Aunque también sé trabajar, como cualquiera”.

Cuando acabe le encantaría trabajar con mujeres gitanas, ayudarlas, empoderarlas, “porque es cierto que da mucho miedo el salirte de lo común, las críticas… Y es que la presión, en el pueblo gitano, ¡es muy fuerte con las mujeres…!”.

MARYAM CARZÓN VEGA

Estudiante de Trabajo Social en la Universidad de Málaga

Su familia

Maryam es una joven alegre y decidida que nació en Sevilla y se crió en un barrio pequeño y muy humilde, rodeada de una familia grande de muchos primos y primas. Ella es la mayor de dos hermanas.

Su madre, una gitana guapa que supo darle desde niña los mejores consejos: “Tú haz lo que tú quieras con tu vida, sé paya, sé gitana, sé lo que tú quieras ser… Pero estudiar hay que estudiar, por que siempre pesa más una pala que un lápiz”. Su padre: un payo que se crió entre gitanos, trabajando con gitanos desde los catorce años, y así conoció a su madre.

Maryam comenta que, siendo las tasas de escolarización de su barrio bastante bajas, ella ha sido una excepción. Su madre siempre le insistió en que estudiara y aprovechara todo lo que ella no había podido. Le contaba que siendo la mayor de seis hermanos, a los chicos sí los dejaban ir al colegio, pero a ella no, y lloraba por ir e incluso a veces se escapaba para ir al colegio, y finalmente tenía que conformarse con leerse los libros de sus hermanos y estudiar en casa, algo con lo que disfrutaba mucho.

Maryam tuvo más suerte: a diferencia de su madre no tenía hermanos chiquitos a los que cuidar, y siempre tuvo a su madre animándola a que estudiara:

Sus padres trabajaban en el mercadillo, y Maryam recuerda que siempre se han esforzado mucho para proporcionar una buena educación a sus hijas. Ella y su hermana iban a colegios concertados de monjas, y se ríe al recordar que paralelamente ella se ha criado “con el culto y con todas esas cosas de los gitanos, algo que a las monjas no les gustaba nada…”. Además, añade, “en el colegio les daba mucho coraje que yo, siendo gitana, sacara siempre las mejores notas de la clase”.

Y es que Maryam siempre ha sido una buena estudiante. Obviamente, como cualquier niño, prefería jugar, pero al volver del cole lo primero que le preguntaba su madre era: “¿Y los deberes? Enséñame la agenda.” Venía a buscarla su prima, y su madre le decía: “tu prima está estudiando. Tu prima hoy no puede salir…”. Y como Maryam estuviera estudiando, a ver quién levantaba la voz en aquella casa…

Maryam se recuerda a sí misma “todo el santo verano haciendo cuadernillos rubio”. Su madre se sentaba con ella y, nos cuenta, de paso aprendía también durante el ratito que se ponía con la hija… “Y cuando yo ya empezaba a saber más que ella, pues yo le enseñaba. Ahora le estoy enseñando inglés”.

Cuando Maryam terminó el colegio, se vino a Málaga, a la universidad, a estudiar Trabajo Social. “La verdad que el hecho de haberme criado en un barrio tan humilde y de ver muchos casos de mi propia familia, de mis primas que se han casado muy jovencitas… quise estudiar una carrera con la que yo pudiera dar lo mejor de mí; para todo el mundo y sobre todo para mi gente”.

La vida de Maryam en Málaga

Siente que Málaga la ha acogido muy bien. “Yo vine aquí a los diecisiete años, recién terminado el bachillerato… Mira que mi madre nunca me había dejado salir de mi casa ni nada de eso, y fíjate tú que fui yo a decirle: me voy a Málaga”.

Se vino por la carrera y comparte un piso de estudiantes con otras dos chicas, una asiática y la otra gaditana. Sus padres, con mucho esfuerzo, le están ayudando. También es cierto, nos comenta, que tiene una beca, y que echa horas en trabajillos que también le ayudan, de camarera y de lo que le va saliendo.

“Ser gitana es eso: ser guerrera. Yo, es verdad que a lo mejor no he tenido la infancia más divertida del mundo, por decirlo de algún modo. Porque a mí desde chiquitilla me han llevado al mercadillo, y madre me ha dicho: ¿tú qué quieres, comprarte un chaleco? Pues te vienes aquí y me ayudas”.

Maryam recuerda que con diez y once años ya tenía que cocinar, fregar su casa y ayudar con su hermana. “Tenía que ayudar, porque mi madre trabajaba los siete días de la semana. Todavía hoy trabaja más horas que un reloj”.

Eso sí, desde que se vino a Málaga, a su piso, nos comenta, “a mí no me hizo falta mi madre para nada, solo en lo sentimental, sobre todo al principio la echaba mucho de menos... Pero claro, yo ya sabía cocinar, ya sabía llevar mi casa... y eso de verdad es ser gitana, es… que te veas con seiscientos euros y decir con esto tengo que pagar piso, los gastos, y tengo que vivir”.

Aplica en su vida lo que ha aprendido de su familia grande: “Era muy típico que cuando estaba en mi casa de Sevilla, se presentaba a lo mejor mi tía con sus seis hijos y, escúchame, ¿que hay poco café? pues una olla de café y a más repartimos; ¿que no hay más pan con jamón? pues pan con mantequilla; ¿que sólo hay una viena? ¡pues de ahí salen rodajas! No pasa nada…”.

Qué significa, para Maryam, ser gitana

Al preguntarle cómo se lleva con sus compañeros de facultad, Maryam responde que muy bien. Sí que es cierto, comenta, que son personas que quieren aprender del pueblo gitano, porque desconocen mucho. “Se creen que todo es el pañuelo y ya está”.

Para Maryam, ser gitana es respetar a los mayores, “incluso aunque ya no estén con nosotros”. Y cuenta la anécdota de cuando fue, con sus fotos de la graduación del bachillerato, a la tumba de su abuela, y estuvo un rato charlando con ella, enseñándole las fotos y presentándole su título.

“Y también es muy nuestro lo de respetar y cuidar mucho la imagen, porque de verdad que las gitanas vamos siempre, siempre, muy arreglás. Para nosotras la belleza es una parte muy importante de la mujer. Igual que el pelo. El pelo de la mujer gitana es algo que nos cuidamos muchísimo. Y una gitana tú la podrás ver a lo mejor con ropa más barata o más cara, pero siempre su cara muy bien arreglada y su buen moño, su coleta, muy limpita. Eso sí que es verdad”. Y se ríe recordando que su madre ha estado esta mañana en su piso, y las dos han estado comparando a ver quién tenía más botes de lejía guardados en el armario de la limpieza...

Planes de futuro

Maryam ya está en tercero de carrera, y el año que viene hará las prácticas, algo que le apetece muchísimo. “Todos los proyectos de intervención que estoy haciendo están relacionados con el pueblo gitano. El día de mañana, cuando ya tenga mi carrera y mi trabajo, me encantaría trabajar con mujeres gitanas, ayudarlas, hacer todo lo que pueda por mi gente, por las chicas como algunas de mis primas, que tienen niños siendo tan jovencitas y tienen que dejar de estudiar…”.

Nos comenta que también sus primos le dicen: “prima cuando yo tenga hijos, me los vas a criar tú. Para que salgan como tú, estudiosos”.

Maryam se visualiza, dentro de 5 ó 10 años, aquí en Málaga, porque considera que ésta ya es su casa. Se imagina trabajando de lo suyo. Ejerciendo de asistente social. “Me gustaría mucho trabajar en el tema de la salud mental, con las mujeres. Y me encantaría trabajar con mujeres gitanas y sobre todo impulsarlas y empoderarlas. Me encantaría trabajar en eso… empoderando a todas las mujeres, porque es cierto que da mucho miedo, a veces, el salirte de lo común, las críticas…  Y es que la presión, en el pueblo gitano, ¡es muy fuerte con las mujeres…!”.

“Y sobre todo que a veces confunden el estudiar con ser gitana… Perdona, a mí estudiar me hace más gitana que nadie. Porque una gitana es guerrera, y lucha. Y para poder luchar hay que tener armas. Y mis armas son mis estudios, son mis títulos, mis horas hincando los codos. Aunque es verdad que también sé trabajar, como cualquiera”.

Y continúa hablando con un convencimiento que arrastra: “Y es que la quiere puede, que en ese sentido, yo he estado yendo a un mercadillo y he estado estudiando. Y si algún día he tenido que ir a trabajar, pues por la tarde y por la noche se estudia y se puede ir con todo para adelante. Porque hay que tener armas para ser guerrera”.

Mujer independiente

“No, no tengo novio. Sí que es cierto que yo estuve pedida, con quince, dieciséis años. Pero mi madre me dijo: “hasta que tú no termines la carrera, aquí te quedas”.

Su pareja en ese sentido la apoyó mucho, y en los estudios la ayudaba mucho porque “para él también era una prioridad que yo estudiara”.

Estuvo cuatro años pedida, “pero no se dio el casarnos”. A día de hoy él es cirujano, pero se tuvo que ir fuera a estudiar y ella me quedó aquí. Hoy tienen una amistad muy bonita. “A él le va muy bien y a mí también, pero yo siento que tengo un compromiso tan fuerte con mi profesión, que no me veo dedicándole tanto tiempo a otros aspectos de mi vida”.

Opina Maryam que el amor claro que es importante. Pero ahora mismo, dice, “estoy queriéndome a mí misma. Que después de cuatro años pedía, ya llevo dos años separada. En este tiempo he tenido que quererme mucho a mí misma; y recordarme quién soy, porque te empiezas a confundir, sobre todo cuando pasas la adolescencia…”.

Maryam siente que tiene el amor a sus hermanos, a su familia, tiene sus amigos, sus amistades… “Sí que es cierto que para amar tienes que poder ser libre. Y para mí la libertad es tener independencia en todos los sentidos. Tengo mi carrera, algo que yo amo, y estoy haciendo cursos por la tarde… 

Yo podría estar casada ahora mismo y perfectamente seguir mi carrera. Pero a lo mejor ya no podría coger este curso que estoy haciendo por las tardes. Porque tendría otro tipo de obligaciones… Entonces yo necesito libertad para poder vivir, y en este momento mi libertad está en mis estudios y en mi carrera”.

Maryam afirma que se siente muy llena, y considera que no le falta nada. “Tengo mi cabeza muy alta, me siento muy orgullosa de todo lo que soy. De lo que es ser mujer, de ser gitana, de haber tirado para adelante y a contracorriente”.

El apego a su familia, a su gente.

“Yo voy a Sevilla todos los fines de semana. Todos, todos. Sí, porque está toda la familia, los potajes de mi madre que están muy buenos…”.

Recalca con firme convencimiento ese sentimiento de unión que tienen los gitanos, un sentimiento que, como ella dice, “no es de ahora; es de siempre”. Nosotros hemos estado siempre muy cohibidos, muy perseguidos. Mi abuela me cuenta historias que te desgarran el alma. A los tíos abuelos de mi abuela, en los tiempos de Franco, les decían: salga usted a la puerta y nunca volvían a aparecer… Mi familia sabía lo que es correr de la policía sin haber hecho nada, nos hemos ganado la vida honradamente, pero es que éramos los gitanos”. 

Una gitana entre payos

Cuenta Maryam que con frecuencia, estando trabajando, sus compañeros se sorprenden…

– ¿Tú eres gitana? o Tú no pareces gitana…

– ¿Por qué no parezco gitana?

– Hombre, porque vienes muy limpita, muy arreglada…

Y al día de hoy siente que hay que seguir luchando por romper estereotipos. “Al final tienes que estar en una constante búsqueda de la validación, y yo paso olímpicamente… Cuando me dicen “no pareces gitana”, contesto: “ya, es que a ti te hace falta conocer a muchos gitanos”. 

Es verdad. Yo, cuando mis amigas que no son gitanas se han venido conmigo a una fiesta, me dicen: “ojalá yo me lo pasara así de bien con mis amistades, con mi familia…" En mi casa hay mucha alegría, yo me levanto escuchando a Camarón y me acuesto con el Capullo de Jerez y en mi casa siempre estamos cantando…

A mí la música me acompaña en mis mejores y en mis peores momentos. Y siempre me llena el alma. En el culto lo que hacemos es cantar, se cantan las alabanzas… mi madre cuando está mal canta una alabanza, cuando está bien canta Camarón, cuando está de fiesta canta por el Canelita…”.

Maryam-web

Maryam es luz, fuerza, belleza, seguridad, atrevimiento, lucha, energía de cambio…
“Ser gitana es ser guerrera” y ella ha elegido formarse para ayudar a las mujeres del pueblo gitano.

Esther Pita
Fotógrafa Colectivo FAMA

Maryam Carzón

Maryam-web

Estudiante universitaria

Maryam es una sevillana alegre que estudia Trabajo Social en la Universidad de Málaga. “He querido estudiar una carrera con la que yo pueda dar lo mejor de mí, para todo el mundo y sobre todo para mi gente”.

Se sabe afortunada porque siempre tuvo a su madre animándola a que estudiara: “Tú haz lo que quieras con tu vida, sé paya, sé gitana, sé lo que tú quieras ser… pero estudiar hay que estudiar, porque siempre pesa más una pala que un lápiz”.

“A mí estudiar me hace más gitana que nadie. Porque ser gitana es eso: ser guerrera. Pero para luchar hay que tener armas. Y mis armas son mis estudios, son mis títulos, mis horas hincando los codos… Aunque también sé trabajar, como cualquiera”.

Cuando acabe le encantaría trabajar con mujeres gitanas, ayudarlas, empoderarlas, “porque es cierto que da mucho miedo el salirte de lo común, las críticas… Y es que la presión, en el pueblo gitano, ¡es muy fuerte con las mujeres…!”.

MARYAM CARZÓN VEGA

Estudiante de Trabajo Social en la Universidad de Málaga

Su familia

Maryam es una joven alegre y decidida que nació en Sevilla y se crió en un barrio pequeño y muy humilde, rodeada de una familia grande de muchos primos y primas. Ella es la mayor de dos hermanas.

Su madre, una gitana guapa que supo darle desde niña los mejores consejos: “Tú haz lo que tú quieras con tu vida, sé paya, sé gitana, sé lo que tú quieras ser… Pero estudiar hay que estudiar, por que siempre pesa más una pala que un lápiz”. Su padre: un payo que se crió entre gitanos, trabajando con gitanos desde los catorce años, y así conoció a su madre.

Maryam comenta que, siendo las tasas de escolarización de su barrio bastante bajas, ella ha sido una excepción. Su madre siempre le insistió en que estudiara y aprovechara todo lo que ella no había podido. Le contaba que siendo la mayor de seis hermanos, a los chicos sí los dejaban ir al colegio, pero a ella no, y lloraba por ir e incluso a veces se escapaba para ir al colegio, y finalmente tenía que conformarse con leerse los libros de sus hermanos y estudiar en casa, algo con lo que disfrutaba mucho.

Maryam tuvo más suerte: a diferencia de su madre no tenía hermanos chiquitos a los que cuidar, y siempre tuvo a su madre animándola a que estudiara:

Sus padres trabajaban en el mercadillo, y Maryam recuerda que siempre se han esforzado mucho para proporcionar una buena educación a sus hijas. Ella y su hermana iban a colegios concertados de monjas, y se ríe al recordar que paralelamente ella se ha criado “con el culto y con todas esas cosas de los gitanos, algo que a las monjas no les gustaba nada…”. Además, añade, “en el colegio les daba mucho coraje que yo, siendo gitana, sacara siempre las mejores notas de la clase”.

Y es que Maryam siempre ha sido una buena estudiante. Obviamente, como cualquier niño, prefería jugar, pero al volver del cole lo primero que le preguntaba su madre era: “¿Y los deberes? Enséñame la agenda.” Venía a buscarla su prima, y su madre le decía: “tu prima está estudiando. Tu prima hoy no puede salir…”. Y como Maryam estuviera estudiando, a ver quién levantaba la voz en aquella casa…

Maryam se recuerda a sí misma “todo el santo verano haciendo cuadernillos rubio”. Su madre se sentaba con ella y, nos cuenta, de paso aprendía también durante el ratito que se ponía con la hija… “Y cuando yo ya empezaba a saber más que ella, pues yo le enseñaba. Ahora le estoy enseñando inglés”.

Cuando Maryam terminó el colegio, se vino a Málaga, a la universidad, a estudiar Trabajo Social. “La verdad que el hecho de haberme criado en un barrio tan humilde y de ver muchos casos de mi propia familia, de mis primas que se han casado muy jovencitas… quise estudiar una carrera con la que yo pudiera dar lo mejor de mí; para todo el mundo y sobre todo para mi gente”.

La vida de Maryam en Málaga

Siente que Málaga la ha acogido muy bien. “Yo vine aquí a los diecisiete años, recién terminado el bachillerato… Mira que mi madre nunca me había dejado salir de mi casa ni nada de eso, y fíjate tú que fui yo a decirle: me voy a Málaga”.

Se vino por la carrera y comparte un piso de estudiantes con otras dos chicas, una asiática y la otra gaditana. Sus padres, con mucho esfuerzo, le están ayudando. También es cierto, nos comenta, que tiene una beca, y que echa horas en trabajillos que también le ayudan, de camarera y de lo que le va saliendo.

“Ser gitana es eso: ser guerrera. Yo, es verdad que a lo mejor no he tenido la infancia más divertida del mundo, por decirlo de algún modo. Porque a mí desde chiquitilla me han llevado al mercadillo, y madre me ha dicho: ¿tú qué quieres, comprarte un chaleco? Pues te vienes aquí y me ayudas”.

Maryam recuerda que con diez y once años ya tenía que cocinar, fregar su casa y ayudar con su hermana. “Tenía que ayudar, porque mi madre trabajaba los siete días de la semana. Todavía hoy trabaja más horas que un reloj”.

Eso sí, desde que se vino a Málaga, a su piso, nos comenta, “a mí no me hizo falta mi madre para nada, solo en lo sentimental, sobre todo al principio la echaba mucho de menos... Pero claro, yo ya sabía cocinar, ya sabía llevar mi casa... y eso de verdad es ser gitana, es… que te veas con seiscientos euros y decir con esto tengo que pagar piso, los gastos, y tengo que vivir”.

Aplica en su vida lo que ha aprendido de su familia grande: “Era muy típico que cuando estaba en mi casa de Sevilla, se presentaba a lo mejor mi tía con sus seis hijos y, escúchame, ¿que hay poco café? pues una olla de café y a más repartimos; ¿que no hay más pan con jamón? pues pan con mantequilla; ¿que sólo hay una viena? ¡pues de ahí salen rodajas! No pasa nada…”.

Qué significa, para Maryam, ser gitana

Al preguntarle cómo se lleva con sus compañeros de facultad, Maryam responde que muy bien. Sí que es cierto, comenta, que son personas que quieren aprender del pueblo gitano, porque desconocen mucho. “Se creen que todo es el pañuelo y ya está”.

Para Maryam, ser gitana es respetar a los mayores, “incluso aunque ya no estén con nosotros”. Y cuenta la anécdota de cuando fue, con sus fotos de la graduación del bachillerato, a la tumba de su abuela, y estuvo un rato charlando con ella, enseñándole las fotos y presentándole su título.

“Y también es muy nuestro lo de respetar y cuidar mucho la imagen, porque de verdad que las gitanas vamos siempre, siempre, muy arreglás. Para nosotras la belleza es una parte muy importante de la mujer. Igual que el pelo. El pelo de la mujer gitana es algo que nos cuidamos muchísimo. Y una gitana tú la podrás ver a lo mejor con ropa más barata o más cara, pero siempre su cara muy bien arreglada y su buen moño, su coleta, muy limpita. Eso sí que es verdad”. Y se ríe recordando que su madre ha estado esta mañana en su piso, y las dos han estado comparando a ver quién tenía más botes de lejía guardados en el armario de la limpieza...

Planes de futuro

Maryam ya está en tercero de carrera, y el año que viene hará las prácticas, algo que le apetece muchísimo. “Todos los proyectos de intervención que estoy haciendo están relacionados con el pueblo gitano. El día de mañana, cuando ya tenga mi carrera y mi trabajo, me encantaría trabajar con mujeres gitanas, ayudarlas, hacer todo lo que pueda por mi gente, por las chicas como algunas de mis primas, que tienen niños siendo tan jovencitas y tienen que dejar de estudiar…”.

Nos comenta que también sus primos le dicen: “prima cuando yo tenga hijos, me los vas a criar tú. Para que salgan como tú, estudiosos”.

Maryam se visualiza, dentro de 5 ó 10 años, aquí en Málaga, porque considera que ésta ya es su casa. Se imagina trabajando de lo suyo. Ejerciendo de asistente social. “Me gustaría mucho trabajar en el tema de la salud mental, con las mujeres. Y me encantaría trabajar con mujeres gitanas y sobre todo impulsarlas y empoderarlas. Me encantaría trabajar en eso… empoderando a todas las mujeres, porque es cierto que da mucho miedo, a veces, el salirte de lo común, las críticas…  Y es que la presión, en el pueblo gitano, ¡es muy fuerte con las mujeres…!”.

“Y sobre todo que a veces confunden el estudiar con ser gitana… Perdona, a mí estudiar me hace más gitana que nadie. Porque una gitana es guerrera, y lucha. Y para poder luchar hay que tener armas. Y mis armas son mis estudios, son mis títulos, mis horas hincando los codos. Aunque es verdad que también sé trabajar, como cualquiera”.

Y continúa hablando con un convencimiento que arrastra: “Y es que la quiere puede, que en ese sentido, yo he estado yendo a un mercadillo y he estado estudiando. Y si algún día he tenido que ir a trabajar, pues por la tarde y por la noche se estudia y se puede ir con todo para adelante. Porque hay que tener armas para ser guerrera”.

Mujer independiente

“No, no tengo novio. Sí que es cierto que yo estuve pedida, con quince, dieciséis años. Pero mi madre me dijo: “hasta que tú no termines la carrera, aquí te quedas”.

Su pareja en ese sentido la apoyó mucho, y en los estudios la ayudaba mucho porque “para él también era una prioridad que yo estudiara”.

Estuvo cuatro años pedida, “pero no se dio el casarnos”. A día de hoy él es cirujano, pero se tuvo que ir fuera a estudiar y ella me quedó aquí. Hoy tienen una amistad muy bonita. “A él le va muy bien y a mí también, pero yo siento que tengo un compromiso tan fuerte con mi profesión, que no me veo dedicándole tanto tiempo a otros aspectos de mi vida”.

Opina Maryam que el amor claro que es importante. Pero ahora mismo, dice, “estoy queriéndome a mí misma. Que después de cuatro años pedía, ya llevo dos años separada. En este tiempo he tenido que quererme mucho a mí misma; y recordarme quién soy, porque te empiezas a confundir, sobre todo cuando pasas la adolescencia…”.

Maryam siente que tiene el amor a sus hermanos, a su familia, tiene sus amigos, sus amistades… “Sí que es cierto que para amar tienes que poder ser libre. Y para mí la libertad es tener independencia en todos los sentidos. Tengo mi carrera, algo que yo amo, y estoy haciendo cursos por la tarde… 

Yo podría estar casada ahora mismo y perfectamente seguir mi carrera. Pero a lo mejor ya no podría coger este curso que estoy haciendo por las tardes. Porque tendría otro tipo de obligaciones… Entonces yo necesito libertad para poder vivir, y en este momento mi libertad está en mis estudios y en mi carrera”.

Maryam afirma que se siente muy llena, y considera que no le falta nada. “Tengo mi cabeza muy alta, me siento muy orgullosa de todo lo que soy. De lo que es ser mujer, de ser gitana, de haber tirado para adelante y a contracorriente”.

El apego a su familia, a su gente.

“Yo voy a Sevilla todos los fines de semana. Todos, todos. Sí, porque está toda la familia, los potajes de mi madre que están muy buenos…”.

Recalca con firme convencimiento ese sentimiento de unión que tienen los gitanos, un sentimiento que, como ella dice, “no es de ahora; es de siempre”. Nosotros hemos estado siempre muy cohibidos, muy perseguidos. Mi abuela me cuenta historias que te desgarran el alma. A los tíos abuelos de mi abuela, en los tiempos de Franco, les decían: salga usted a la puerta y nunca volvían a aparecer… Mi familia sabía lo que es correr de la policía sin haber hecho nada, nos hemos ganado la vida honradamente, pero es que éramos los gitanos”. 

Una gitana entre payos

Cuenta Maryam que con frecuencia, estando trabajando, sus compañeros se sorprenden…

– ¿Tú eres gitana? o Tú no pareces gitana…

– ¿Por qué no parezco gitana?

– Hombre, porque vienes muy limpita, muy arreglada…

Y al día de hoy siente que hay que seguir luchando por romper estereotipos. “Al final tienes que estar en una constante búsqueda de la validación, y yo paso olímpicamente… Cuando me dicen “no pareces gitana”, contesto: “ya, es que a ti te hace falta conocer a muchos gitanos”. 

Es verdad. Yo, cuando mis amigas que no son gitanas se han venido conmigo a una fiesta, me dicen: “ojalá yo me lo pasara así de bien con mis amistades, con mi familia…" En mi casa hay mucha alegría, yo me levanto escuchando a Camarón y me acuesto con el Capullo de Jerez y en mi casa siempre estamos cantando…

A mí la música me acompaña en mis mejores y en mis peores momentos. Y siempre me llena el alma. En el culto lo que hacemos es cantar, se cantan las alabanzas… mi madre cuando está mal canta una alabanza, cuando está bien canta Camarón, cuando está de fiesta canta por el Canelita…”.

Maryam es luz, fuerza, belleza, seguridad, atrevimiento, lucha, energía de cambio…
“Ser gitana es ser guerrera” y ella ha elegido formarse para ayudar a las mujeres del pueblo gitano.

Esther Pita
Fotógrafa Colectivo FAMA